Lo sabemos. Estamos en Junio, no en Marzo (el Mes de la Mujer). Eso no invalida que podamos recordar a personas que han pasado dejando su impronta en esta comunidad.
Días atrás, en un merecido y emotivo acto, se descubrió una placa en homenaje a Antonio Aníbal Loza (Don Loza…).
Hoy deseamos, desde esta Junta Municipal de Historia, recordar a una mujer: Doña Teresa Blank de Meirovich. Quizás a los oídos de hoy suene más su apellido de casada que el de soltera, con el que nació un 19 de marzo de 1909, poco antes que en Europa estallara la Gran Guerra (o Primera Guerra Mundial). Inquieta, curiosa, firme en sus decisiones al mismo tiempo con delicada femineidad, además de sus estudios primarios y secundarios (cosa que no era frecuente en aquellos años), fue profesora de Piano y más tarde, inició sus estudios de Odontología.
Pero los buenos caminos de la vida la llevaron a cruzarse con un joven y delgado médico, Salomón Meirovich, con quien, además de compartir ideales, unieron sus vidas y destinos con amor. Y fue a instancias del papá de Teresa, que el joven matrimonio recaló en La Falda , en plena crisis económica mundial, nacional, provincial..La pareja llegó a una población pequeña, con un hotel de fama y otros de menor tamaño, pero que comenzaba a delinear con fuerza su perfil turístico. Por eso, para 1931, el Dr Meirovich no sólo fue el galeno consultado, sino también corresponsal de La Voz del Interior. Y Teresa, habiendo interrumpido sus estudios de Odontología por amor, acompañó ese camino de curación de cuerpos pero también de espíritus abatidos por la grave situación. A la par de este hombre, en lo que hoy es calle Chaco, atendía primorosamente la casita, la incipiente familia que en 1935 se trasladaría a la Avenida Eden, en una casa proyectada por el Ingeniero Bobone y frente a la reconocida Farmacia Zipillivan.
Porque en poblaciones pequeñas, con autoridades municipales recién establecidas desde 1934, las relaciones eran frecuentes, más cara a cara, más directas y que permitían conocer y conocerse... Doña Teresa, por su temperamento inquieto y sensible, percibió las carencias de los pacientes de su esposo y de otros que no lo eran. Y como era práctica en ese entonces, se unió a otras mujeres de la zona en una Comisión de Damas de Beneficencia de La Falda, hasta bien entrados los años 40. Para ello, organizaron numerosas actividades (conciertos, festivales, funciones de cine) con el propósito de ayudar, suplir a un Estado aún insuficiente y desorganizado para esos menesteres. Si bien es cierto que en los últimos 20 años una literatura histórica ha revisado el papel de las Sociedades y Comisiones de Beneficencia (a veces colocándoles un mote despectivo), es necesario rescatar que, según las prácticas sociales de la época, eran mediadoras entre ese Estado insuficiente y quienes necesitaban ayuda material. Esas mujeres pusieron su tiempo, su esfuerzo, su dedicación a esto, en gestos muchas veces desconocidos y realizados con toda modestia (lejos de la “mediatización que hoy conocemos). Alguien podría decir: “Doña Teresa era la esposa de un profesional en ascenso y rico”. Quizás sí, pero esa pequeña riqueza material la habían logrado con esfuerzo, perseverancia, delicada atención hacia todos: ricos y no tanto, muchos de ellos muy pobres a quienes no se cobraba…Doña Teresa podría no haberlo hecho, no participar, no comprometerse y ser una “figura social” de elegantes banquetes. No lo hizo; prefirió el otro perfil, el de la solidaridad.
Y como mujer sensible a la cultura, Doña Teresa fue compañía vital para las realizaciones de la Biblioteca Popular “Sarmiento”, que su esposo presidía desde 1934. Aún más: en ese año crucial de 1945, cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial y que fue un año decisivo para nuestro país, junto a su marido y otras personas, propusieron la creación de la Comisión Fundadora Pro -Liceo de Estudios Secundarios en La Falda (logrado con éxito en 1946, más tarde Colegio Nacional, hoy Escuela Normal Superior “Arturo Capdevila”). Doña Teresa había hecho su secundario; sabía que era necesario para el crecimiento personal y el progreso comunitario. Porque hasta ese entonces, varones y mujeres terminaban sus estudios primarios y no tenían posibilidades de avanzar más allá de eso. Por ello, no sólo fue miembro de la Comisión Fundadora, sino Profesora de Castellano y Secretaria del Establecimiento creado ad-honorem (léase bien: sin cobrar sueldo) desde 1945 a 1951.
La vida y los años le trajeron hijos, nietos, que los pudo disfrutar hasta el 1 de junio de 1991, en que falleció. Dejaba, así, una vida de 82 años plena de acciones en favor de los demás, de convicciones firmes compartidas en familia, al servicio de la comunidad.
Hoy, 1 de junio, se cumplen 25 años de su no-presencia física. De allí la necesidad de convocar a la memoria para que las acciones de las mujeres (no siempre valoradas) sean conocidas y reconocidas por nuestra sociedad que proclama derechos (olvidando a veces obligaciones).
Hoy el deber es de gratitud; de pronunciar un GRACIAS a Doña Teresa Blank de Meirovich, por lo que nos ha dado, lo que nos ha dejado: su aporte y su ejemplo.